miércoles, 4 de julio de 2018

EL ÚLTIMO GOL GANA (crónica mundialista de una muerte anunciada)

Muchos los tratamos de wns, de inocentes, de ingenuos, de no tener oficio y de cuántas cosas más. Pero esa forma de perder, de ser eliminados, de cierta manera dignifica el fútbol, ese que se juega a diario en el barrio y que está lejos de la mezquidad del fútbol de libre mercado que vemos en otros equipos de clubes y naciones de este mundial, y en la vida en general.
Minuto 90+3. Tiro libre para Japón.
Quizás el tiro libre no debería haber sido pateado al arco, diríamos muchos. Toque hacia el compañero de al lado y a aguantar. Pero Honda pateó al arco y en ese intento casi consiguieron el milagro. Si no fuera por la notable estirada de Courtois, la historia hubiera sido distinta.
Minuto 90+4. Córner para Japón.
Quizás el córner lo deberían haber canchereado en la esquina, como todos lo haríamos, esconder la redonda con la vida y mucho más, hasta que el árbitro hubiera dado por terminado los 90 minutos.
Pero no. Ellos no. 
Y esos detalles quizás los hacen distintos.
Tanto o más como dedicarse a limpiar todo el desorden desparramado en el estadio en cada partido de su selección.
El resto de la historia ya todos la sabemos. Digno de enseñarse a las nuevas generaciones. Centro al área, la toma Courtois, salida rápida y contragolpe perfecto y de libro de Bélgica.
Golazo.
Balón en el centro de la cancha y fin del partido. Y los nipones fuera del mundial.
Los flashes de la prensa especializada y la no tanto se quedan con los belgas, dichosos y bañados de gloria de lograr seguir con vida en la copa. La primera remontada en esta edición. Una ronda más y la extensión de un sueño.
Para los japoneses la amargura de haber estado por delante en el marcador, tristeza, mar de lágrimas, y a recoger papeles, como lo manda su cultura, pero con la cabeza en alto por lo vivido hace pocos minutos.
Ya pasados los días, le doy valor a su gesta. A pesar de lo cruel de su derrota. Al valor de esa manera inocente, ingenua, de morir en la de ellos, con las botas puestas, aunque los haya tenido de protagonistas de un harakiri televisado en alta definición para el mundo entero.
Un harakiri que llenó de barrio y de recuerdos de infancia a esta pasión secuestrada por los intereses políticos y económicos, como lo es el fútbol “moderno”.
Lo hermoso de todo esto es que siempre hayan querido buscarlo. Como lo hicieron desde el pitazo inicial. Desear tanto ese gol de la clasificación a cuartos de final, y dar una de las mayores sorpresas del campeonato, con sus defectos y virtudes, hasta el final, hasta el último minuto.
Hasta que se acaben los caminos.
Hasta que llegue el pitazo final del árbitro.
Hasta que se pinche la pelota.
Hasta que llegué la mamá aguafiestas a buscar a alguno(s) de los jugadores a tomar once.
Hasta que sea la hora de “entrarse”.
Hasta que alguien pronuncie a viva voz esas mágicas palabras de la infancia:
  • El último gol gana!
Aunque no siempre gane el que lo busque. El fútbol no es justo.

La vida, menos.

sábado, 10 de marzo de 2018

  • Qué comes?
  • Mierda.
  • Por qué?
  • Porque así lo siento. Mi boca y la comida sabe a mierda.
  • Estás bien?
  • Qué crees?
No había culpa en sus preguntas. Pero todo sabía a tempestad. Tenía mal sabor. Odio, malestar, un sinsabor, nada ni miserablemente sabroso. Amargo como la hiel. Como la historia de pueblos castrados por sus descubridores. Como la historia de pueblos sometidos por los hijos y nietos de sus descubridores.
Tú sólo vives en mi círculo de rabia y no te mereces esto. Pero con quién me desquito? Con un bicho raro que deambula en la cocina? Con el chofer del autobús? Con el ser más insignificante de mi torpe ironía? 
Ni él, ella. Nadie.
No. No era así.
Me das vida con tu amor. Me das momentos de vida. Me das lo que no sabes que tienes. 
Lo mereces?
Mereces lo mío?
No.
Por supuesto que no.
Dame tu comida. Dame de tu plato de amor. No requiero cubiertos de plata, ni más sal ni más pimienta. Necesito tu sabor.
Ignórame.
Olvídame por un minuto.
Cambia tu cara y devuélveme tu amor.
No necesito tu orgullo simplón, ni el mío que es de por vida.
Ignórame.
Muchas veces es mejor no escucharme y menos darle sentido a mis balbuceos.
  • Creo que estás horrible hoy-me dices.
No comes nada, pero adivinas.
Tu plato está intacto.
Eres bruja o lo aparentas.
Pero disfruto y te disfrazo de tantas intimidades, y nada es tan cierto como tú y yo en nuestra alegría.
Me avergüenzo de mi cobardía.
Te cansaste. Del día, tus problemas y mi desidia.
Se hace tarde.
Vas a dormir y te acuestas de perfil.
Me tumbé a tu lado. Detrás.
(Perdón)
No alcanzas a oír.
Lo repito.
A veces el orgullo no me deja sacar la voz.
(Silencio)
  • Perdón.
Escupo. Miedoso.
  • No te preocupes. Hay días en que te odio también. Hoy fue al revés.
  • Te amo.
  • Yo también te amo. Y mucho.
  • A veces mi estupidez es más grande, pero nunca tanto como nuestro amor.
  • Lo sé. Y así creo que nos queremos.
Volteaste, tomaste mi rostro con ambas manos y me besaste con tanto sabor. Ese que despierta todos mis sentidos y oscuras pasiones.
Te abrazo.
Siento tu cuerpo helado y me sumerjo en lo más tibio.
  • Qué comes?-me dices.
Sonrío. Tú sonríes.
No lo soporto. 
Me haces muy feliz y no pronuncio palabra alguna.
Mi lengua y tú.
No piden nada más.
Se pierden.

Tan sólo deseo ese sabor a ti. 

viernes, 25 de agosto de 2017

CÓMPLICES (cuento? Poema?)

Defienden la vida del que está por nacer...
Dicen que es un ser vivo...

Pero...

El asalariado que gana el sueldo mínimo y hace magia cada mes para alimentar a su familia.
El inmigrante que llega con su mochila cargada de sueños y que arranca de una realidad que no desea.
La madre soltera que se rompe el lomo por sacar adelante a sus hijos.
Los detenidos por vender mercadería en la calle para parar la olla en casa.
La madre y el padre que se endeudan por la salud y la educación de sus retoños.
Los mismos retoños, que antes de recibir un sueldo, ya están pensado en cómo pagar deudas por algo que es un derecho.
Los niños del SENAME que se pelotean en las noticias de todos los medios, en los tribunales de justicia, en los Ministerios, en el Congreso y en cada uno de los gobiernos que ha tenido y va a tener este país.
Los delincuentes criados en comunas periféricas que TODOS condenamos.
Los que regalamos nuestros impuestos para que los políticos y el gobierno de turno hagan lo que les plazca la gana con ellos.
Los que sufrimos descuentos por un sistema de salud y de pensiones deficiente que no permiten tener beneficios acordes y una vejez digna.

No lo somos?

No somos seres vivos?

Ni imaginar los que no están incluidos en estas palabras y que viven una lucha a diario en silencio.

Siento que a veces peleamos por decidir quién es primero, si el huevo o la gallina... cómo si eso realmente importara.

Somos putos todos!

Cómplices.

domingo, 28 de mayo de 2017

MEA CULPA

Te he fallado.
Y te fallo a diario.
Y no me puedo cansar de hacerlo.
Espero vida para conseguir remediarlo.
Esa misma que te debo más a ti,
Que tú a mí.
Mi deuda externa y eterna.
Eres más importante tú para mí,
Que yo para ti.
Aunque me contradigan a diario.
Son las reglas del juego.
No las elegí yo.
Pero tu ternura y esos infinitos
Iluminan mi oscuridad, sin que lo sepas.
Nunca te di lo que tuve,
Y creo que tampoco te lo daré.
Soy ínfimo. No existo.
Pero no veo envidia en tus ojos.
Esa que a veces si tengo de ti.
Desearía tener tu edad y todo ese amor.
Inocencia y pureza.
Eres especial y no lo sabes,
Así como muchas cosas terribles.
Cosas que hacen daño.
Y que me gustaría que fueras indemne.
Las cosas bellas.
El bueno, el malo y el feo.
El padrino.
Colo-Colo.
La música.
Los amores de quién escribe.
Pero tus sueños ya descansan.
No siguen mis temores y deseos.
Espero que tengas los tuyos,
Y sepas sobrevivir a ellos.
Te amo y te adoro.
Y espero reciprocidad a los quince,
Aunque sea una utopía.
Hoy y siempre,
Mis días y noches serán por ti.
Así como este mea culpa.
Y todos mis esfuerzos.
Incluso,
Los que nadie note.
Hasta el último día de mis días.

jueves, 18 de mayo de 2017

EL EQUILIBRIO ES IMPOSIBLE


Mis sueños pendían de un hilo. De una cuerda metálica para ser exactos.

La vida no me había tratado muy bien últimamente, pero seguía siendo el número más importante del show. No sé si me explico.

Pero por cada amanecer, día tras día hay una historia distinta.

La concentración, mi mayor virtud, fallaba. Y nada podía fallar a más de 35 metros de altura.

Los nervios, esos de todas las primeras veces en la vida, volvían a aparecer y no sabía bien cómo tratarlos. Ya no tenía ni diez ni quince ni dieciocho. Pero eran peores que a esa edad.

Cerraba mis ojos y trataba de alejar mis pensamientos. Los buenos, los malos, los cálidos, los amargos, los puros, los inconscientes, los soberbios. 

Lo mundano. Lo mortal.

Jugaba con ellos y los burlaba a diario. Una distorsionada idea de la inmortalidad basaba mi vida y mis delirios. Había saludado a la muerte más veces que nadie. Incluso más de alguna vez me había prestado ayuda. Era mi cómplice. 

Pero aún así, mis manos sudaban. La pértiga se escabullía de mis manos que pedían a gritos auxilio, sin realmente entenderlo. Mi ego entretenía mi ganas. Aquel que se alimentaba con mi elocuente grandeza. Alucinaba con la idea de escuchar a la gente gritar mi nombre desde lo alto.

Karl... Karl...

Pero mi alma estaba cansada. Años de sacrificios y duro entrenamiento que nadie veía. "Sólo consigues entender el camino cuando lo has vivido", me repetía a diario, sin siquiera saber qué significaba aquello.

Hoy mi cómplice se volvía mi enemigo. No tenía la facha de Joe Black, pero me seducía de todas formas. Engañaba mi mente, adormecía mi cuerpo mientras acariciaba mis manos. Era tanto el placer que sentía que mis magullados dedos soltaban la pértiga, deseosos.

El funambulista llegaba a su fin. Saboreé como nunca mis victorias mientras caía en mi única derrota. "El equilibrio es imposible", señalaba una boricua entre la multitud.

Palabras tan ciertas no sean dicho jamás.

martes, 14 de marzo de 2017

CAMINO A CASA

El viejo estaba perdido de no poder encontrar la paz que tantas ocasiones Olivia le regaló durante su vida. Sus manos sudaban entre los bolsillos de su pantalón, caprichosas, sin que de ello tuviera el menor control. Trataba de encontrar un poco de alivio en su Lucky Strike, aquel que había dejado de un día para otro hace más de veinte años sin mayor motivo que su propia voluntad, pero el humo que emanaba le hacía volver a recordar tiempos de fiestas, dudas y pesares, y sus ojos se distraían pensando en ello.


Aquello significaba volver a empezar, hecho nunca fácil en su vida. Varias relaciones perdidas, un hijo muerto, un matrimonio a cuestas, recuerdos de una vida dura. Nunca había sido fácil ponerse de pie, pero dicha tarea la había logrado con un éxito tal que nunca pasó por su cabeza meterse una bala en la cabeza o arrojar su cuerpo a la vía del tren.


Sus ojos de pronto se fijaron en esa caja de madera. Aquella que hoy le arrebataba de cuajo sus sueños, sus romances, sus tiempos de compañía y soledad, sus enojos, sus dichas, sus viajes, sus canciones, sus almuerzos de domingo, sus tardes de siesta, sus cumpleaños feliz, su musa, su Venus latina.
Su Vida.
Sus oídos no podían oír nada. Ni las palabras del cura ni las pronunciadas por sus hijos. Esos hijos que la vida y su compañera le habían dado la dicha de disfrutar, con sus defectos y virtudes. Su boca temblaba de nervios, sin hallar camino, recordando esos labios no muy generosos que solía besar cada tarde al volver del trabajo.
Hay días en que valdría más no salir de la cama, se recriminaba.
En esos momentos ya tenía la mirada mojada y oraba por el eterno descanso de su amor.
Unas gotas de agua sobre las flores que cubrían parte de su historia, daban término a aquel pesar que lo tuvo intranquilo durante tantos meses. Su cuerpo se disipaba en una dimensión que no conocía. Pero sentía una mezcla de absenta y de niebla en el ambiente, tan mundana que le parecía familiar.
Ya todo había acabado. Iba a ser un largo camino a casa.

martes, 14 de febrero de 2017

INVIERNO

- ¿Sabías que amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos?
- ¿De dónde sacaste eso, Viejo?

Julián la miró en silencio. A sus vividos noventa años ya le costaba un poco ordenar sus ideas y se tomaba el tiempo que fuera necesario para hacerlo.

- No sé de dónde lo saqué. Lo debo haber leído por ahí.

Ángela continuaba haciendo sus labores del hogar sin prestarle demasiada atención. Ella era un poco más joven que Julián y la vida la había premiado con una salud envidiable para sus ochenta y pico años. Ella preparaba un estofado que comerían dentro de unos minutos, y es que a su edad no se permitían acostarse más allá de las diez de la noche y ya eran casi las nueve.

Cenaron de la manera que lo habían hecho durante más de sesenta años. Frente a frente. Solos. Nunca tuvieron hijos, así que nunca esperaron a más gente a comer junto a la desvencijada mesa de madera que Julián había construido hace más de treinta años atrás. A veces conversaban de aquello, de cómo hubiera sido su vida si hubieran tenido uno siquiera. Nunca se lo reprochaban, tan sólo hacían planes y se reían como si mucha vida les quedara por delante. No existía el fin para ellos.

Una vez realizado el rito del lavado de dientes y del Padre Nuestro respetivo de cada noche, se fueron a dormir. Julián demoró un poco más de lo normal en el baño. Ángela, preocupada, se acercó a la puerta.

- ¿Pasa algo?

No hubo respuesta.

Ella decidió golpearla. Al hacerlo Julián la abrió de improviso.

- No te oí, olvidé mi audífono en el comedor-repuso algo agitado.
- ¡Me pusiste nerviosa! Pensé que había pasado algo.
- No te preocupes, el día que eso suceda, tú serás la primera en saberlo-le dijo Julián mientras besaba su frente, tranquilizándola.

Se había dormido hace un par de horas, cuando de repente algo despertó de manera violenta a Julián. Un par de pensamientos se estaban apoderando de su cabeza. Ángela sintió algo en su corazón y también despertó. Una fría sensación la embargaba.

- ¿Pasa algo, Julián?

Él se mantenía en silencio.

- ¿Pasa algo, Julián? ¡Respóndeme!-insistió Ángela.
- ¿Sabías que amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos?

Ángela no entendía que sucedía. Julián volvía a repetir la misma frase de hace algunas horas atrás.

- ¿Pasa algo, Julián? Ya es segunda vez que me dices eso.
- ¿Lo sabías?-insistió.
- No sé a qué te refieres.
- Creo que llegó el momento de que asumas mis inviernos.

Ángela si sabía que significaba eso. O al menos lo recordó.

Ambos se acomodaron en la cama que los había cobijado los últimos quince años de sus vidas. Julián le extendió su brazo izquierdo y Ángela se apoyó en su pecho, de la misma manera en que lo hizo cuando hicieron por primera vez el amor.

Julián besó su frente y cerró sus ojos. El invierno para ellos definitivamente había llegado.