Muchos los tratamos de wns, de inocentes, de ingenuos, de no tener oficio y de cuántas cosas más. Pero esa forma de perder, de ser eliminados, de cierta manera dignifica el fútbol, ese que se juega a diario en el barrio y que está lejos de la mezquidad del fútbol de libre mercado que vemos en otros equipos de clubes y naciones de este mundial, y en la vida en general.
Minuto 90+3. Tiro libre para Japón.
Quizás el tiro libre no debería haber sido pateado al arco, diríamos muchos. Toque hacia el compañero de al lado y a aguantar. Pero Honda pateó al arco y en ese intento casi consiguieron el milagro. Si no fuera por la notable estirada de Courtois, la historia hubiera sido distinta.
Minuto 90+4. Córner para Japón.
Quizás el córner lo deberían haber canchereado en la esquina, como todos lo haríamos, esconder la redonda con la vida y mucho más, hasta que el árbitro hubiera dado por terminado los 90 minutos.
Pero no. Ellos no.
Y esos detalles quizás los hacen distintos.
Tanto o más como dedicarse a limpiar todo el desorden desparramado en el estadio en cada partido de su selección.
El resto de la historia ya todos la sabemos. Digno de enseñarse a las nuevas generaciones. Centro al área, la toma Courtois, salida rápida y contragolpe perfecto y de libro de Bélgica.
Golazo.
Balón en el centro de la cancha y fin del partido. Y los nipones fuera del mundial.
Los flashes de la prensa especializada y la no tanto se quedan con los belgas, dichosos y bañados de gloria de lograr seguir con vida en la copa. La primera remontada en esta edición. Una ronda más y la extensión de un sueño.
Para los japoneses la amargura de haber estado por delante en el marcador, tristeza, mar de lágrimas, y a recoger papeles, como lo manda su cultura, pero con la cabeza en alto por lo vivido hace pocos minutos.
Ya pasados los días, le doy valor a su gesta. A pesar de lo cruel de su derrota. Al valor de esa manera inocente, ingenua, de morir en la de ellos, con las botas puestas, aunque los haya tenido de protagonistas de un harakiri televisado en alta definición para el mundo entero.
Un harakiri que llenó de barrio y de recuerdos de infancia a esta pasión secuestrada por los intereses políticos y económicos, como lo es el fútbol “moderno”.
Lo hermoso de todo esto es que siempre hayan querido buscarlo. Como lo hicieron desde el pitazo inicial. Desear tanto ese gol de la clasificación a cuartos de final, y dar una de las mayores sorpresas del campeonato, con sus defectos y virtudes, hasta el final, hasta el último minuto.
Hasta que se acaben los caminos.
Hasta que llegue el pitazo final del árbitro.
Hasta que se pinche la pelota.
Hasta que llegué la mamá aguafiestas a buscar a alguno(s) de los jugadores a tomar once.
Hasta que sea la hora de “entrarse”.
Hasta que alguien pronuncie a viva voz esas mágicas palabras de la infancia:
- El último gol gana!
Aunque no siempre gane el que lo busque. El fútbol no es justo.
La vida, menos.